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Tanto los pollitos como los bebés humanos crean patrones de sonido en sus cerebros al escuchar las voces de sus padres. Luego comienzan a fortalecer sus músculos vocales haciendo sonidos sin sentido. En la última etapa, las aves jóvenes practicarán la misma melodía miles de veces y la compararán con la plantilla que memorizaron hasta lograr una combinación perfecta.